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Entre muñecos tejidos y con una sonrisa dibujada en el rostro, aparece una joven con gran vitalidad. Afable, recibe a VIP de El Universal en la sede de La Cana, una casona de dos plantas en la emblemática colonia Condesa en la Ciudad de México.
Se trata de Daniela Ancira, directora general y cofundadora de La Cana, empresa social que busca crear oportunidades de trabajo para mujeres privadas de su libertad.
Abogada egresada de la Universidad Anáhuac, Maestra en Derechos Humanos y Democracia por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales además de cofundadora y directora general de la empresa social, ha sido considerada por la revista Forbes como una de las 100 mujeres más poderosas de México, miembro de diferentes organizaciones internacionales como Vital Voices, Woman Leaders Connect del Consejo Británico y Ashoka, entre otras.
Toda gran historia tiene un principio, ¿cómo llega Daniela a La Cana?
La Cana surge cuando estábamos en la carrera, yo estudié Derecho. En la Anáhuac había un programa de voluntariado entre los alumnos con el que se podía dar asesoría jurídica pro bono en el penal de Barrientos en el Estado de México.
Ese fue el primer contacto con el sistema penitenciario mexicano y aprendí muchas cosas en esa visita. Descubrí que la gente estaba pasando el tiempo sin estudiar, sin trabajar, que no había actividades productivas, que no tenían ningún taller ni educación.
También me enteré de que todo en la cárcel cuesta: comida, agua, artículos de higiene personal, toallas sanitarias. Que las mujeres tienen que usar la misma toalla todo su periodo, porque son difíciles de conseguir o muy caras. Vimos que algunas de ellas estaban tejiendo o bordando ciertas cosas, que la verdad les compramos por ayudar más que por poderlas utilizar o porque nos gustaran.
Entonces pensamos que habría que tener un producto más comercial y ayudarlas a venderlos. Así es como surge La Cana, como una organización para llevar actividades productivas a las cárceles.
¿Qué fue lo que detonó que una joven recién egresada se involucrara en un terreno tan difícil como el sistema de justicia mexicano?
Siempre me he considerado emprendedora por accidente. Mentiría si dijera que esto lo planeé como un modelo de negocio. Empezó poco a poco en las cárceles. Iniciar con la venta de los productos nos hizo ver que había otros temas que debían de atenderse como la salud mental de quienes estaban ahí, la falta de medios educativos, artísticos y culturales o el tema de defensa jurídica y el seguimiento en libertad. Fuimos implementado diversos ejes de trabajo y poco a poco me vi envuelta en esto.
Estuve trabajando muchos años en despachos de abogados, estudié y trabajé fuera del país, pero de pronto queríamos hacer más cosas, entonces me metí de tiempo completo en La Cana.
¿Qué tan difícil ha sido esta labor?
El reto más grande de La Cana, más allá de trabajar en las cárceles con algunas de las autoridades penitenciarias, siendo joven y mujer, es cambiar la conciencia de la gente sobre la necesidad de trabajar en prisión. Mucha gente lo sigue viendo como que es una ayuda a delincuentes. Nos dicen “no les donaré porque hay más gente que ayudar afuera”.
Confundimos la justicia con venganza, pensamos que, si se mete a una persona a la cárcel por 50 años, ya es justicia. Falta mucho por hacer. Juzgamos sin saber o si realmente se cometió el delito.
Hay muchas mujeres encarceladas que son inocentes, que ni siquiera tienen una sentencia, no nos preocupamos por la familia o su futuro, si llegan a recobrar su libertad.
Tenemos que trabajar con las personas privadas de la libertad si realmente queremos hablar de reinserción social y prevención del delito. Cambiar la mentalidad es ir contracorriente de lo que proponen la mayoría de los legisladores en la política pública.
¿Cuál es el resultado hasta ahora?
Haciendo un balance, tenemos muchas historias de éxito. Contamos con muchas mujeres que estuvieron en la delincuencia organizada y que hoy emprendieron sus propios negocios o que tienen trabajos formales, en hoteles, restaurantes.
Lo más importante es que es un modelo que funciona para prevenir la delincuencia en México. Por ejemplo, en la capital del país, tenemos un 40% de reincidencia, gente que sale en libertad y regresa a prisión. En La Cana, solo sucede con un 3% del total que salieron con ayuda de la organización.
Empatices o no con las historias de la gente privada de la libertad, estamos de acuerdo en que queremos bajar los índices de delincuencia, La Cana es un programa que funciona para lograrlo.
¿Tienes un sistema de medición para evaluar su programa de emprendimiento fuera?
Contamos con un programa de seguimiento cuando salen en libertad, para que puedan conseguir un trabajo. A las mujeres les damos atención psicológica y apoyo para que puedan continuar con su educación básica, para acceder a una beca y aplicar a una licenciatura si así lo desean.
Tenemos también una casa de medio camino en Xochimilco, en la que pueden vivir de manera temporal, con estancias de 3 a 6 meses en casos extremos, y que es un espacio seguro en lo que ellas retoman a sus vidas.
Lo que sucede con las mujeres es que son abandonadas cuando entran a prisión, no cuentan con una red de apoyo. No tienen donde dormir ni a donde ir, entonces lo más rápido es regresar a la delincuencia organizada o al trabajo sexual. Lo que hacemos en esa casa es contenerlas en lo que rehacen sus vidas.
¿Qué tanto te ha facilitado tu estatus social para tocar puertas y pedir ayuda?
Reconozco mi privilegio por muchos motivos: el haber estudiado en la universidad, el hecho de estar libre, la posición económica en la que crecí, las oportunidades que tuve; ese privilegio también conlleva mucha responsabilidad.
En este caso, mi causa es el trabajo por las mujeres. Creo que cada uno de nosotros puede escoger una causa y usarla para apoyar a los demás. Lo que yo pueda hacer para promover la movilidad social de otras mujeres, mejorar la calidad de vida de otras personas, desde luego que lo voy a hacer.
¿Qué tanta sinergia se ha conseguido para el desarrollo de leyes?
Un eje que trabajamos es el de investigación e incidencias en políticas públicas, para que el trabajo de La Cana no quede solamente en unas cuantas asociaciones o en unos cuantos penales. ¿Cómo traducimos esto? Los increíbles resultados que hemos visto, llevarlos a la política pública del país.
Trabajamos distintas iniciativas de reforma, las impulsamos y trabajamos con otras asociaciones de la sociedad civil en una agenda en común, tales como Reinserta, Perteneces, o Renace, entre otras. Tenemos mucha relación con agrupaciones con las que sumamos fuerzas.
¿Está abierto el sector empresarial para apoyar la reinserción?
Hay de todo. Hay algunas que no les interesa el tema. Entiendo la incertidumbre, porque sí vivimos en un México violento y peligroso.
Es difícil romper con ese estigma, pero también hemos encontrado empresas que les encanta la causa y sus regalos corporativos siempre los hacen con nosotros, otros que contratan a mujeres de nuestro programa en libertad. Yo agradezco su apoyo y el estar con la causa. Sin ello, el trabajo de La Cana no existiría.
¿Se han sumado compañeras o asociaciones a tu causa?
Esta organización la fundamos cuatro compañeras de la carrera. La Universidad Anáhuac nos ha apoyado mucho, así como la Ibero, el Tec, La Salle y asociaciones que se han sumado.
A través de entrevistas como esta, que nos permiten hablar de nuestra causa y que la gente conozca el trabajo que se hace en prisión y con mujeres, además de todo lo que hay detrás de los productos que vendemos.
Y si tuvieras que dejar La Cana ¿qué te gustaría que dijeran de ella?
Que cambió las vidas de algunas mujeres. La organización representa la segunda oportunidad, la primera o la única que han tenido algunas de ellas.
La Cana puede ser ese escalón para que realmente construyan un proyecto de vida lejos de la violencia, de la delincuencia. Si con eso se quedan, yo puedo irme en paz.
¿Ha habido algún momento en el que te hayas quebrado?
Muchos. En este trabajo siempre hay alguien llorando: de felicidad, de tristeza, de enojo.
Es una labor agridulce, puedes escuchar historias de dolor, de injusticia, desgarradoras. Pero también historias gratificantes de mujeres que han cambiado sus vidas a través de La Cana.
A veces es muy desgastante o difícil separarte del trabajo, de estar escuchando historias terribles, tratando de resolver problemas muy graves y cambiar el chip para llegar a casa. Hay historias que me han roto el corazón, pero también hay otras que me dan orgullo y son gratificantes.
¿Cómo desvinculas a la mujer que siente de la líder de este proyecto?
Somos humanos. Puedes llorar, pero tienes que salir adelante. A mí me sirve saber que el trabajo llega hasta cierto punto y de ahí, depende de la voluntad de la persona.
Nos ha pasado en alguna ocasión que te vuelves a encontrar a alguien que salió en libertad y después la ves dentro del penal. Me cuestionaba si habíamos hecho bien el trabajo o no. Hoy ya logro poner bien el límite.
La Cana te va a ofrecer ciertas herramientas, tú puedes tomarlas o no, puedes hacer con ellas lo que quieras. Hasta aquí llega mi responsabilidad, lo que tú decidas hacer después, ya no puedo ir más allá. Saber que se hace lo mejor para resolver un problema, es suficiente para poder dormir en paz.
¿Cómo te han servido las redes sociales?
Una vez que has escuchado las historias de las mujeres que compartimos, difícilmente dejas de empatizar. Lo que hacemos a través de las redes, es humanizar a la persona detrás del número de expediente, conocer el contexto.
Todo el trabajo de comunicación sí ha logrado sensibilizar a las personas, tan es así, que nuestras ventas han ido en aumento en los últimos años. A la gente le gusta y apoya la causa.
¿Cuál es ahora el reto?
Ahora estamos trabajando un modelo de franquicia social para replicar La Cana en otros estados, ya que nos empezó a pasar que el trabajo se centra en la CDMX y el Estado de México, pero aún hay mucho trabajo por hacer.
Nos han preguntado cómo se hace el trabajo para replicarlo en otros estados. Entonces, consolidamos el modelo como cualquier otra franquicia para que se pueda replicar. Este año se espera que se repita el modelo en Monterrey y Querétaro. Es todo un reto, cada penal es un mundo distinto.
¿Consideras que un cambio en el poder ejecutivo afectará su trabajo?
Yo espero que no, pero depende de la agenda que traigan. Desafortunadamente, en todos los partidos, están a favor de la prisión preventiva oficiosa y eso ha impactado profundamente al sistema penitenciario, porque más gente sin sentencia llega a prisión y, de hecho, ha repercutido con mayor impacto en las mujeres.
Si seguimos votando reformas como aumentar el catálogo de delitos que ameriten la prisión preventiva oficiosa, más gente sin sentencia llegará a la cárcel. Queremos que la gente no tenga que llegar a prisión sin una sentencia.
¿Se puede decir que la Cana es la esperanza envuelta en un muñeco?
Yo creo que sí.