The Bright Side| 12/11/2015 |11:04 |The Bright Side | Actualizada
11:04

Los conceptos equivocados acerca de quiénes somos, nos impiden sacar a la luz nuestro verdadero potencial. Todas las etiquetas que nos fueron pegadas cuando éramos pequeños por personas que influyeron en nosotros como padres, hermanos, maestros, amigos, entre otros, se convirtieron en creencias falsas de quiénes somos en realidad y muchas veces solamente tenían que ver con problemas o heridas de las personas que nos las pusieron. Como adultos, tenemos la capacidad de encontrar nuestra verdadera identidad y darnos cuenta de la diferencia entre creencias y verdades acerca de nosotros mismos. Hemos sentido que estamos mal por lo que nos dijeron que éramos. Lo que está mal es la creencia que generamos a partir de lo que escuchamos.

Las creencias son tan fuertes, que por más afirmaciones positivas que hagamos acerca de nosotros mismos como “soy lo máximo”, éstas no surtirán efecto si en nuestro inconsciente seguimos pensando “soy un desastre”. Por eso hay que deshacernos de lo que ya es obsoleto en este momento. Entonces ¿cómo saber realmente quién eres? Anota en etiquetas adhesivas todas las ideas que tienes acerca de ti, características negativas y positivas. Pégatelas en el frente de tu cuerpo y vete en el espejo. Piensa, ¿cuáles de estas son ciertas y cuales impuestas? ¿Cuáles me sirven y cuáles ya no? Lo que harás será un inventario de lo que hasta el momento has creído que eres. Es importante que te des cuenta que muchas etiquetas, que aparentemente son negativas, pueden ser resignificadas por ti. Por ejemplo: “Soy un/a intenso/a”. ¿Para qué te sirve? Probablemente en momentos puedas molestar a alguien con ello, pero ¿qué tal que por otro es un motor que te impulsa a hacer las cosas con una gran fuerza?

Analiza una por una y decide con qué te quedas y con qué ya no. Es como sacar de tu clóset un par de zapatos que ya están desgastados y que no los vas a usar más. Con las que se van: rómpelas diciendo algo así como “Por mucho tiempo me han acompañado. Inclusive llegué a pensar que eran parte mía. Ahora reconozco que no me hacen falta y las dejo ir”. Y con las que te quedas, haz una carta describiéndote a ti mismo con lo que hoy reconoces, sin calificativos “buenos” o “malos” y al final agrega que esa es la parte de ti que conoces hasta hoy y que sigues descubriéndote. Comprométete a fortalecer tus cualidades y a trabajar en tus debilidades. Y concluye: “Me amo y me acepto tal y como soy ahora”. Así harás un trabajo de integración y darás la bienvenida a tu nueva identidad, pero de manera consciente.