Más Información
Marcela Basteri siempre será esa voz que nos falta cuando hablamos de Luis Miguel, el cantante mexicano más importante de la historia reciente, un artista que ha roto todos los récords y sigue siendo la gran debilidad de México. Siempre queremos saber de él.
Pero hoy queremos hablar de la mujer que le dio la vida y que, al igual que su hijo, también nos robó el corazón.

Leer también: Estilista de Luis Miguel revela los secretos detrás del rejuvenecido look del cantante
La vida de Marcela Basteri, mamá de Luis Miguel
Marcela Basteri nació en Massa-Carrara, Italia, hija de Sergio Basteri y Vanda Torrozo. Sus padres se conocieron en 1945 en un bar de Verona: Sergio, recién había regresado de Alemania, y cumplía su servicio militar; Vanda buscaba trabajo.
Se enamoraron a primera vista y meses después Vanda quedó embarazada. Decidieron que, si era niño, se llamaría Sergio; si era niña, Marcela como la madre de Vanda.
Marcela Basteri llegó al mundo un martes 10 de diciembre de 1946, fue recibida por la comadrona Rosa Cagliari.

A los seis meses, su padre partió a Argentina en busca de un mejor futuro. Lo que no esperaba era que Vanda se enamorara de Russo Ciro, un camionero, y terminara abandonando a Marcela en un orfanato para irse con él. La familia Basteri trató de sacarla, pero la Casa Hogar se negó a entregarla: Vanda había firmado un documento que impedía que alguien más la reclamara.

Aun así, la familia no se rindió. Especialmente la tía Adua, hermana menor de Sergio, visitaba a Marcela todos los días. Tras años de insistencia, en 1957, Sergio logró enviar los documentos para sacarla del orfanato y llevarla con él a Argentina.
Ahí, años después conoció a Luisito Rey, con quien tuvo tres hijos: Luis Miguel, Alejandro y Sergio. Si en Argentina fue el pistoletazo de su historia de amor, México fue el trampolín donde los Gallego-Basteri alcanzaron la cima… pero también donde su relato se quebró.

Es curioso como la historia de Marcela Basteri parece sacada de un guión de novela, siempre marcada por las grandes tragedias pero también por alegrías inmensas. El destino le negó los términos medios.
Marcela nunca fue una mujer materialista; su verdadero tesoro siempre fue su familia, sus hijos, a quienes dedico su vida. Le gustaba la moda y era coqueta, siempre estaba bien arregladita, pero el dinero nunca tuvo relevancia para ella. Su objeto material más preciado era una cruz que llevaba siempre consigo, un regalo de su padre, Sergio Basteri.

Atesoraba especialmente el Brazo Gitano de tres leches, un postre cuyo cariño terminó compartiendo con sus hijos. Uno de sus cumpleaños más especiales lo celebró en Madrid, en la localidad de Las Matas. Amaba la música de Luis Miguel y de Pavarotti.

Su platillo favorito eran los Gnocchis, me cuentan que a ella le quedaban riquísimos. A sus hijos les gustaba que Marcela les preparara su pasta favorita, Fetuccini Alfredo. Se dirigía a ellos como “Amore” y los llamaba con un “Vieni que amor” Ven aquí amor.
Marcela Basteri amaba México y en especial a su gente, se sentía fascinada por sus tradiciones y su lugar favorito al igual que el de su hijo mayor fue Acapulco.
Marcela dejó una huella profunda: tras cada ícono hay gestos que dan sentido a la vida. Ejemplo de amor y resiliencia, su grandeza vivió en una sonrisa, un abrazo o un "Amore". A 79 años de su nacimiento su memoria aún perdura.
Leer también: Así era una noche en el Baby’O, la mítica discoteca donde Luis Miguel se divertía
[Publicidad]






