The Bright Side| 14/01/2016 |11:59 |The Bright Side | Actualizada
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Cumplo años a principios de enero. Como a muchas personas, me hace muy feliz celebrarlo. Tal vez se deba al inicio de un año nuevo en el calendario lo que me emociona, ya que el mundo a mi alrededor también está empezando un nuevo ciclo.

Y puedo decir que cada vez en este día me siento más satisfecha. Si vuelvo atrás puedo recordar con alegría buenos momentos que he vivido, pero sólo son eso, recuerdos y no me regresaría ni un minuto.

En nuestra cultura existe una veneración a la juventud eterna. Parecería que envejecer es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Estamos bombardeados por remedios, tratamientos, cirugías y demás soluciones para sostener lo inevitable.

Es cierto, los años pasan y la piel se afloja, nos salen arrugas, el pelo se llena de canas, engordamos. Y nos puede parecer algo espantoso… Añoramos nuestra juventud como agua que se nos va de las manos. Pero al hacerlo, perdemos de vista los regalos que nos da la edad: experiencia y sabiduría. Desde esta perspectiva, cada año que pasa, somos mejores que los anteriores, aunque el espejo nos diga lo contrario.

Solamente echemos un vistazo a las sociedades en las que los ancianos son las personas a quienes se recurre para pedir consejo. En ellas se da valor a aspectos que solamente el tiempo puede dar forma.

Creo que está bien mantenernos saludables para tener una mejor calidad de vida, y dejar de pelearnos con lo que por más que disfracemos, ya no será igual. Una actitud alegre y agradecida, siempre podrá contrarrestar los efectos que pueden molestarnos y hacer que el tiempo se convierta en nuestro mejor aliado.

Cada mancha, cada arruga, cada cana pueden ser símbolos que nos recuerden que día con día somos más sabios y abracemos las oportunidades recibidas, que si aprovechamos, nos van a impulsar a ser mejores personas.

Mirémonos al espejo y veamos más allá del reflejo, solamente así podremos aceptar con gratitud estos regalos, que son los mejores.