Gente con clase| 10/09/2015 |15:26 |Beatriz Velasco | Actualizada
15:26

Karen Huber, fundadora de la galería de arte contemporáneo homónima, nos recibe en su nuevo departamento, al que apenas estaba terminando de mudarse. Aunque el dormitorio y la cocina ya estaban perfectamente instalados, aún había muchas cajas y obras empacadas. "En este momento, no me urge colgar nada; porque, como vivo en la galería, estoy rodeada de los cuadros; por eso me lo estoy tomando con tranquilidad", explica sonriente.

La conversación se da de manera espontánea. A la par de que la joven curadora independiente desempaca las piezas, los orígenes de cada una comienzan a aflorar: "Si yo veo estos cuadros se perfectamente de donde vienen", señala.

"La colección la inicié muy informalmente, porque desde hace más de 8 años que estoy en el mundo del arte", reflexiona. La galerista considera que el acervo se ha dado de manera orgánica, siempre en relación a su quehacer profesional: "Todo comenzó cuando empecé a colaborar con artistas. Primero fueron regalos. Los artistas me decían: 'Karen, gracias por haber colaborado conmigo, te regalo esto'. Hasta que, realmente, pude comprar piezas. Puede ser que un poquito antes de tener la galería (espacio que en octubre cumplirá un año) fue que empecé a adquirir obra y, obviamente, como labor de galerista, también es un compromiso con los artistas".

Una de las primeras piezas en aparecer es una de las más importantes para Karen. Se trata de una litografía del artista plástico surrealista Pedro Friedeberg (79 años), con quien trabajó hace un par de años con motivo de un homenaje. "En una de las estancias en el estudio del pintor, le dije: 'quiero comprarte un cuadro'. Y respondió: 'bueno, si escoges uno que yo no escogería, te lo regalo'. Y pensé: 'no, ¿cómo? Bueno, pues voy a escoger el que me guste'. Tal cual lo escogí, el me dijo: 'pues ya, llévatelo'. Aunque le faltó la dedicatoria, pues me ganó la emoción", recuerda.

Junto con las obras, aparecen los recuerdos y así, de pronto, aparece la primera obra de su colección. "Es de una artista, que no se desarrolló como tal. Es más bien gestora cultural. Se llama Dea Arjona. Bueno, también es poeta. En una de las primeras exposiciones que organicé, que se llamó 'Sinfonía de una decadencia' (2010), pues estaba explorando y estudiando mucho ese tema. Acababa de regresar de Nueva York y estaba muy inspirada. La sutileza de la pieza me fascina, porque es un papel roto con un sobre a un lado y la leyenda escrita a máquina: 'esto es el grito animal del hombre'. Es como con un gesto de ruptura. Y dije: 'tengo que comprar una pieza de esta exposición, porque es mi primera y porque que quiero que sea ésta".

El acervo asciende a 40 obras, las cuales principalmente son pinturas, generalmente formaron parte de alguna exposición curada por ella o montada en su galería y, en su mayoría, corresponden a la corriente de arte contemporáneo. "Lo que me importa y lo que yo hago con la galería, en mi propia labor, es ser un portavoz de mi generación y de lo que estamos viviendo hoy; entonces, me importa que sean artistas jóvenes que sean la promesa de un futuro", puntualiza.

En conjunto, las piezas forman parte de una curaduría única, en la que se da cuenta de la propia existencia de Karen: "Me gustaría pensar que dan un mensaje esperanzador, como: 'la historia se está escribiendo'. Que hablaría de artistas activos, que están haciendo cosas  para estar inscritos en la historia... así como yo", conluye.