Gente con clase| 17/12/2015 |12:52 |Texto: Beatriz Velasco / Fotos: Verónica Garduño | Actualizada
12:52

Los grandes y expresivos ojos de la pequeña Gaia, de tan sólo siete meses de edad, se iluminaron a la par de las luces de la Januquía, mientras sus amorosos padres, Tamara Kirchuk y Daniel Ovadía, la sostenían afectuosamente y recitaban las tradicionales bendiciones propias del Janucá.

“Siempre he dicho que las religiones son para llevarse al punto en el que lo disfrutes y que no se vuelva una carga. Por eso soy una persona que lleva la religión de una forma muy bonita y quiero transmitirle eso a mi hija,  para que también lo disfrute y se emocione como su mamá”, explica el chef Daniel, a quien se le ilumina la mirada cada vez que observa a su pequeña Gaia.

El 22 de mayo, la familia Ovadía Kirchuk recibieron la llegada de una nueva integrante. Ahora, en exclusiva para CLASE, nos abren la puerta de su hogar y nos muestran cómo integran a su pequeña a una de las festividades más importantes para el judaísmo.

El primer Janucá de Gaia
El primer Janucá de Gaia

El candelabro, conocido como Januquía, se prende de izquierda a derecha y tiene nueve luminarias. La novena (shamash), ubicada al centro, es la que tradicionalmente se emplea para encender a las ocho restantes.

El origen de la también conocida como Fiesta de las Luces o Luminarias se remonta al siglo II antes de Cristo, cuando el aceite del candelabro del Templo de Jerusalén alumbró por ocho noches consecutivas, cuando sólo tenía la cantidad necesaria para durar un día. Esto, en el marco del triunfo de los Macabeos sobre los griegos. La festividad se conmemora el 25 de Kislev del calendario judío, por lo que, cada año varía de fecha, aunque, generalmente, sucede a finales de noviembre y comienzos de diciembre. “Casi siempre coincide con Navidad”, explica Tamara.

“A mí de chiquito me lo enseñaron y ahora hay que enseñárselo a Gaia; pero siempre a partir de la idea de que la religión es para disfrutarla”, explica Daniel, mientras sostiene a su pequeña. Por su parte, para Tamara, éstas son fechas de unión: “Es una fiesta muy familiar, siempre nos reunimos. Cuando son estas fiestas nos juntamos muchos. Se encienden las velas siempre en familia. Nunca voy a prender yo solita las velas de mi casa, sino que siempre voy a esperar a mi esposo, a mi hija o a mis papás”, explica.

Iluminando su nuevo hogar, la familia Ovadía se reunió por las noches para encender la luz de las velas durante ocho noches seguidas, en un proceso donde la presencia de la pequeña Gaia reafirma su compromiso con las tradiciones: “Hay días en los que ya se está muriendo de sueño, pero no me importa, quiero que ella esté, aunque no entienda ahora, pero para que vaya comprendiendo poco a poco que para nosotros sí son muy importantes las fiestas judías”, explica muy sonriente la mamá primeriza.

El primer Janucá de Gaia
El primer Janucá de Gaia

La luminosa personalidad de Gaia se refleja en las miradas de Tamara y Daniel, quienes celebran el buen humor de su pequeña.

Como parte de la festividad, el aceite es un ingrediente sumamente importante. “Toda la fiesta es sobre el aceite”, acota Tamara. De hecho, los alimentos que tradicionalmente se consumen durante esta celebración están bañados en aceite, como los sufganiots, especies de panes dulces con rellenos de mermelada o crema, y los latkes, tortitas de papa fritas.

Sobre los sufganiots, Daniel comenta: “Muchas veces se compran, porque se procura que sean Kosher, y así les das un poco más de significado. Al final, es una bolita de masa rellena. Cuando se comienza a conmemorar el Janucá, pues los judíos de todo el mundo comienzan a adoptarlo en sus diferentes culturas gastronómicas. Así que, hoy en día, las encuentras rellenas de todo”.

Indudablemente, este año, la presencia de Gaia transforma toda la celebración, la reaviva y le da un nuevo brillo: “Estoy feliz, aún no me la creo. Hay días en los que le pregunto a Daniel: ‘¿puedes creer que es nuestra hija?’. Estoy muy feliz, es como mi muñequita. Juego con ella”, comenta orgullosa Tamara; mientras que Daniel, muy feliz, comenta: “Desde que tenía como un mes o mes y medio, todo el tiempo estaba con los ojos enormes, siempre viendo. Es una niña que casi no llora y puede convivir muy bien con nosotros durante muchísimo tiempo. Y te das cuenta que empieza a ver este tipo de cosas y las comienza a entender”, concluye.

El primer Janucá de Gaia
El primer Janucá de Gaia

Hay días en los que le pregunto a Daniel: ‘¿puedes creer que es nuestra hija?’. “Estoy muy feliz, es como mi muñequita” nos cuenta Tamara, orgullosa mamá, quien además se ha preocupado por crear un “nursery” perfecto para la pequeña Gaia.