Por si los señalamientos y escándalos que han rodeado a la familia real británica en los últimos meses no fueran suficiente, una nueva e inesperada noticia ha causado conmoción en el Reino Unido: la existencia de un príncipe falso que logró infiltrarse en la corte del rey Carlos III.
El supuesto impostor, que se hacía llamar Donato, príncipe de Hohenzollern, logró ganarse un lugar en los círculos más exclusivos de la alta sociedad británica. Fue visto en eventos públicos junto a monarcas y duques, e incluso llegó a entablar conversaciones con miembros de la realeza, incluido el propio hijo de la reina Isabel II.
Detrás de una impecable fachada de benefactor se encuentra Markus Hansel, un exmaestro de música que no tiene ningún vínculo directo con la nobleza europea. Sin embargo, logró acercarse a las altas esferas de la sociedad británica gracias a un curioso giro en su vida.
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El camino de Markus Hansel para acercarse a la familia real comenzó en 2003, cuando Katharina Feodora, princesa de Hohenzollern, lo adoptó siendo ya un adulto.
Este proceso ocurrió como parte de un acuerdo económico que generó una considerable suma de dinero para la princesa alemana, quien en ese momento atravesaba una difícil situación financiera.
En ese momento, el antiguo maestro de música adquirió el título de príncipe al convertirse legalmente en un integrante de la Casa Hohenzollern. Sin embargo, como señaló el verdadero príncipe alemán Karl Friedrich a The Sun, al no compartir lazos sanguíneos con ningún miembro de la familia, no puede considerarse parte de la nobleza.
“Donato y yo no compartimos sangre, él no forma parte de la familia real alemana. Es un simple portador de un apellido que no le pertenece”, expresó Friedrich, quien afirmó que la adopción fue una transacción económica y no un acto de legitimidad por parte de la princesa.
Ante los señalamientos, Markus Hansel -o príncipe Donato- ha defendido su posición argumentando que la adopción legal le otorga los mismos derechos que a los hijos biológicos de la princesa. Su postura ha desatado un intenso debate en torno a los títulos reales y la influencia que puede llegar a tener alguien "externo" a la nobleza gracias a su solvencia económica.
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