El arzobispo Antonio Chedraoui pasa a la historia como uno de los jerarcas religiosos más apreciados y respetados por todos. (Fotos: Claudia Díaz, Héptor Arjona, Leonardo Gómez y Christian Valdivia)
Uno de los valores primordiales de Arzobispo ortodoxo, Antonio Chedraoui, fue la amistad, y lo demostró a lo largo de su vida en nuestro país. Lo mismo lo veíamos con líderes políticos, jerarcas religiosos, empresarios, socialités y gente común. Muestra de ello era la amplia convocatoria que lograba reunir en la celebración de su cumpleaños, una fiesta tradicional que se convirtió en una importante reunión social a la que asistían personajes de todos los ámbitos, hasta este año, el único y último que tuvo que cancelar por motivos de salud. También te puede interesar: ¿Quién era el arzobispo Antonio Chedraoui?
“Soy un hombre amigable, me gusta la amistad, solo no puedo vivir; llegué aquí y no conocía a nadie, empecé a conocer poco a poco, a juntar amistades. Soy amigo de a de veras y lo que siento lo digo de frente, no atrás”, comentó en algún momento. También puede leer: Enrique Peña Nieto asiste al segundo día de los funerales del arzobispo Antonio Chedraoui
Antonio Chedraoui Tannous nació un 17 de enero de 1932 en Trípoli, Líbano, fue el tercero de siete hermanos, de padre albañil y madre ama de casa. A los 34 años de edad, recién consagrado obispo y nombrado como Vicario Patriarcal llegó a México (1966), país al que consideró como su segunda patria. En múltiples ocasiones manifestó su amor por el país que lo recibió.
A temprana edad su inteligencia, carisma y vocación fueron evidentes y estas cualidades —además de la devoción religiosa de sus padres— lo hicieron ingresar al Seminario de Nuestra Señora de Balamand, institución donde cursó la secundaria y preparatoria y los inicios de teología ortodoxa. Además estudió la licenciatura de Teología y Filosofía en la Universidad de Atenas, Grecia.
En 1952 se ordenó como diácono y en 1958 alcanzó el nombramiento de sacerdote con el título de archimandrita (monseñor). A lo largo de su vida sacerdotal ocupó diversos cargos de importancia como ser Superior de un Monasterio y secretario particular del patriarca de la iglesia ortodoxa durante 10 años.
En 1966 llegó a México. Quienes lo conocían creyeron que no duraría mucho tiempo pues no hablaba español, no conocía a nadie y tenía fuertes raíces libanesas. Sin embargo, su estancia en nuestro país duro poco más de medio siglo. En septiembre pasado expresó: “Mis raíces siguen más fuertes ahora. Llevamos la sangre libanesa y siria, pero todos somos mexicanos y damos la vida por nuestra patria: México”.
En 1972 intentó obtener la nacionalidad mexicana, y no se la dieron por ser obispo. Fue hasta 1994 que lo logró y Chedraoui comentaba al respecto: “El (entonces) presidente Carlos Salinas de Gortari me dijo: ‘Ya tiene que ser mexicano’. Para la naturalización, el mismo director que me rechazó en el 72, me tocó en el 94. Y me dijo: ‘¿Cómo, yo lo rechacé y ahora le voy a dar la naturalización?'. Pero su ayudante le dijo: ‘O firmas o te vas a tu casa, la orden viene de arriba’”.
Era común escuchar de Chedraoui muestras de amor por el país: “Me enamoré del pueblo mexicano por su calor, cordialidad y hospitalidad”; y también de preocupación: “El pueblo mexicano merece todo, quiere bienestar y debemos luchar para tenerlo”.
El 12 de junio de 1996 fue nombrado arzobispo Metropolitano de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía en México, Venezuela, Centroamérica y El Caribe, cargo que ocupó hasta el último día de su vida, 14 de junio de 2017. La construcción de la Catedral de San Pedro y San Pablo, en Huixquilucan, Estado de México, cuya edificación inició en 2008 y concluyó en 2011, fue uno de sus más grandes logros y por el que trabajó incansablemente. Y es justo en este lugar donde descansarán sus restos.
El cáncer de pulmón que padecía se le agravó desde el año pasado y en enero ingresó a un hospital de Houston, Texas para su tratamiento. “Para cada cosa hay un inicio y un fin”, expresó Chedraoui a uno de sus colaboradores, poco antes de morir.
Fueron tres días de exequias a la que asistieron el presidente Enrique Peña Nieto, el jerarca católico Norberto Rivera Carrera y el Licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL, entre otros cientos de amigos que hizo durante más de medio siglo de vivir en nuestro país, así como feligreses, quienes juntos le rindieron homenaje a este gran hombre considerado por la mayoría como “constructor de la amistad”.