The Bright Side| 10/08/2016 |18:59 |The Bright Side | Actualizada
18:59

Hace unos días tuve una experiencia que me sacudió. Un taxista que, por no encontrar el número al que íbamos, decidió aventarme a media avenida en plena madrugada. Al decirle que solamente le pagaría si me dejaba en la puerta, me quitó la maleta. Pedí auxilio a unas personas que cocinaban en su casa. Yo estaba parada afuera de su ventana y no me hicieron caso. Me dijeron que no eran de ahí y siguieron con sus cosas. El señor me obstruía el paso. Me sentí como en un sueño, me decía: “Esto no está pasando”… A un metro pidiendo ayuda y ellos como si nada…

Estos hechos me dejaron pensando en lo triste y desesperante de la situación mundial que estamos viviendo. La apatía es una enfermedad originada por nuestro egoísmo y nuestra falta de capacidad de ver a nuestro alrededor, a quien tenemos al lado.

La situación que narro es un extremo, pero creo que solamente así pude darme cuenta de cuántas veces alguien está triste, o deprimido o en una situación difícil y por estar concentrada en lo mío, ni me inmuto.

Parecemos robots, siguiendo rutinas diarias que nos ciegan y solamente avanzamos hacia nuestros propios objetivos: pendientes, trabajo. Yo, yo, yo… Tal vez creemos que somos buenas personas porque no hacemos mal a nadie y tal vez en acción sea así ¿pero qué tal por omisión? ¿Cuántas veces no sabemos nada de la persona que trabaja con nosotros? ¿Nos ocupamos por llamar a un amigo que la está pasando mal? O son tantos nuestros compromisos que lo postergamos para mañana y así se nos van los días. Entiendo que muchas veces por miedo no podamos intervenir en una situación de riesgo, pero ¿por qué no pedir ayuda? Y que tal vez no nos es posible socorrer a todas las personas en la calle que están vendiendo dulces o pidiendo limosna. ¿Qué tal un contacto visual por lo menos, para hacer sentir al otro que es una persona? Nos limitamos a decir: “No, gracias” y seguimos con lo nuestro.

Por favor despertemos de este letargo y evitemos pasar de largo los días sin voltear a ver al otro. Propongo que todas las mañanas hagamos como propósito del día, abrir nuestros ojos, y oídos a quien encontremos a nuestro paso. Que estemos abiertos a ver más allá de nuestros problemas. Si cada uno ponemos de nuestra parte, contribuiremos a vivir en un mundo más caritativo y humano, que ¡vaya que nos hace falta! mos robots, siguiendo rutinas diarias que nos ciegan y solamente avanzamos hacia nuestros propios objetivos: pendientes, trabajo. Yo, yo, yo… Tal vez creemos que somos buenas personas porque no hacemos mal a nadie y tal vez en acción sea así ¿pero qué tal por omisión? ¿Cuántas veces no sabemos nada de la persona que trabaja con nosotros? ¿Nos ocupamos por llamar a un amigo que la está pasando mal? O son tantos nuestros compromisos que lo postergamos para mañana y así se nos van los días. Entiendo que muchas veces por miedo no podamos intervenir en una situación de riesgo, pero ¿por qué no pedir ayuda? Y que tal vez no nos es posible socorrer a todas las personas en la calle que están vendiendo dulces o pidiendo limosna. ¿Qué tal un contacto visual por lo menos, para hacer sentir al otro que es una persona? Nos limitamos a decir: “No, gracias” y seguimos con lo nuestro.

Por favor despertemos de este letargo y evitemos pasar de largo los días sin voltear a ver al otro. Propongo que todas las mañanas hagamos como propósito del día, abrir nuestros ojos, y oídos a quien encontremos a nuestro paso. Que estemos abiertos a ver más allá de nuestros problemas. Si cada uno ponemos de nuestra parte, contribuiremos a vivir en un mundo más caritativo y humano, que ¡vaya que nos hace falta!